Iba cada lunes y miércoles a la residencia a hacer compañía a los mayores. Normalmente iba con un horario planeado. Comenzaba a las 19:00h para estar en unas “pequeñas salitas” hablando con ellos, algunas me contaban experiencias vividas por ellos, que estudiaron, su pueblo... Me sentía satisfecha al salir de allí por el cariño que daba y recibía pero también pena por ver que se sentían solos.
Muchos de ellos tenían un genio peculiar, no me olvidaré de Aurora una mujer graciosa, simpática que todos los días que iba me hacia la misma pregunta ¿Vienes a hacerme compañía? Tenía alzhéimer y no se acordaba de mi por mucho que fuera a verla, me pregunta siempre de donde era y que hacia allí. Por verla así siempre, sin memoria pero con una vitalidad enorme, salía siempre pensativa y emocionada.
Allí también servía la cena, a las 20:00h, en la primera
planta donde estaban los ancianos un poco mejor de salud que los de la segunda
planta. Ayudaba a las tareas que me asignaban las monjas del centro junto a
algunos compañeros más de clase.
Olvide mencionarlo, se llama Hermanitas de los Pobres, acogen
a ancianos que tienen un bajo nivel económico. Un día pregunte qué requisitos
pedían para acoger allí a un anciano y una monja me contó que normalmente
acogen a personas que no tienes mucho patrimonio como varias casas, tierras,
empresas que haga que se pueda pagar una residencia más costosa. Allí le dan
cariño, alimentos y cuidado. Visite todas las instalaciones, enfermería,
capilla, farmacia, cocina, salones, algunas habitaciones, etc.
Como experiencia, me di cuenta que no servía para ello, para
estar allí, porque me afectaba emocionalmente, salía triste. He de decir que no
me gusta mucho este ámbito, me dan pena estas personas y mucha ternura, no es a
algo a lo que me quiera dedicar. Está bien para ir a veces a visitar y ayudar
pero no para trabajar a diario.
Como negativo, me llevo ver cosas que me impactaron como
presenciar a una mujer llorar porque el instrumento de su oído, que ahora no
recuerdo como se llama, no le funcionaba y no podía oír. Se quejaba en la cena
y lloraba, las auxiliares que estaban allí no le prestaban atención, además de
decirme a mí y a algunos compañeros más que no nos acercáramos a ella porque
solo quería llamar la atención. Eso me impacto mucho. Me sentí mal al ver
aquello siete días y no estar preparada para actuar. Sentí que no quería ir
más.
Saludos
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